Santiaguero Ilustre Dr. Ambrosio Grillo

Trabajo biográfico sobre Dr. Ambrosio Grillo presentado en la“Sociedad de Geografía e Historia”, de la Provincia de Oriente. Santiago de Cuba, Agosto de 1945.

Transcripto del original por el abogado Carlos Rafael Grillo González, Bisnieto del Dr. Ambrosio Grillo. La Habana. Oct. 2008.

A la Sociedad de Geografía e Historia.

La próxima inauguración del magnífico hospital provincial que con el nombre del doctor Ambrosio Grillo ha construido el gobierno para la atención exclusiva de enfermos de tuberculosis, nos brinda la oportunidad de estudiar y seguir la huella de una de las figuras más ilustres de nuestra vida local, al mismo tiempo que nos ofrece tema para el trabajo de ingreso en esta Sociedad que tan brillante labor ha desarrollado.

Desde el día que fuimos admitidos como miembro de la Corporación, tuvimos el propósito de confeccionar algo que justificara nuestra presencia entre ustedes y por ahí tenemos algunos ensayos y apuntes que nos iban a servir de tema; pero surge al plano de la palpitante actualidad, un motivo que no queremos dejar escapar, para darle la vigencia a un recuerdo amable que vive en la mente de los santiagueros, con un raro, aunque desvanecido perfume de gratitud y de cariño.

En efecto: el nombre del doctor Ambrosio Grillo Portuondo se pronuncia por muchos labios, con emoción. Su vida múltiple como patriota, político, medico y gobernante ofrece variadas facetas a lo largo de medio siglo de útiles actividades y le otorga el derecho al justiciero homenaje que le estamos rindiendo.
El doctor Grillo nació en esta ciudad santiaguera, en la calle de Santo Tomás (ahora Estrada Palama) esquina a San Mateo (hoy Sao del Indio) el día siete de diciembre de 1856 y su infancia y adolescencia transcurrieron como la de tantos otros muchachos de la época, asistiendo a los colegios que funcionaban, dirigidos por maestros cubanos, en cuyas aulas se preparaban el alma y el cerebro de una generación que honró su tiempo de cuyo éxito lisonjero, es testimonio la pléyade de ilustres compatriotas, destacados luego, con singular relieve, en todos los aspectos del pensamiento y de la acción fecunda y provechosa.

Al llegar a su juventud, parte hacia España e ingresa en la Universidad de Santiago de Galicia para ocupar asiento en la Escuela de Medicina, donde cursó sus estudios hasta su graduación en octubre de 1862, después de cursar sus asignaturas brillantemente. Obtenido su título, recorre el resto de España, marcha a Francia, Bélgica y Alemania, perfeccionando sus conocimientos ye especializándose en determinadas materias junto a los grandes Maestros de la Medicina y Cirugía, hasta que regresa al solar nativo con una sólida preparación profesional, copioso instrumental, los métodos más modernos en boga y con ansias de fabricar su propio porvenir. Y caso curioso, Grillo no sufrió nunca la nostalgia de los grandes centros de diversión europeos, enfermedad melancólica de las ausencias que padecen los que habituados al ambiente frívolo y alegre de las ciudades importantes, no se adaptan fácilmente a la vida provinciana. El prefirió la quietud pueblerina de su tierra americana a las actividades febriles del viejo Continente. Fue siempre un abstemio: ni jugaba ni bebía. Ni el tapete verde ni el café lo atrajeron nunca.

A los pocos meses de radicación en Santiago, ya contaba con una clientela números que cultivaba con afán y generosidad, ya que los enfermos pobres hallaban abiertas las puertas de su consultorio sabiendo que no tenían que pagarle. No le era suficiente el tiempo y compró un caballo para realizar las visitas a domicilio. Frisaba en los treinta años cuando se sumó a las actividades públicas y en 1889 el Gobernador General lo nombró Primer Teniente Alcalde de este Ayuntamiento, emprendiendo enseguida la reforma y embellecimiento del Cementerio, del vestíbulo y pavimentación de la calle central, como lo atestigua una placa que aún se conserva-, al mismo tiempo que construyendo el parque de la entrada de la necrópolis.

Por aquella época (1890) se inicia en la Isla la primera campaña contra la tuberculosis. En un trabajo presentado por los doctores Despaigne y Andrial al “Congreso de Patología Regional” que tuvo como sede esta ciudad el 9 de marzo de 1940, se recoge el dato histórico y enorgullecedor, de que nos corresponda la inicial manifestación activa, al organizarse en Santiago de Cuba la primera “Liga Antituberculosa” fundada por los doctores Felipe Hartmann, Eduardo Ros, Manuel Salazar, Eduardo Padró, Urbano Guimerá, Alfredo García, Pedro Hechavarría y el propio Ambrosio Grillo. Hacemos constar con hondo júbilo, este antecedente glorioso en los anales de la historia científica de esta ciudad, cuyo valor aumenta con este otro dato: el doctor Eduardo Padró fue enviado a Alemania a estudiar, con el propio Maestro, la teoría preconizada por el doctor Koch, sobre la linfa productora del mal y los gastos de ese viaje y su estadía, fueron sufragados por los tabaqueros que trabajaban en las fábricas y “chinchales” de la ciudad.

En 1893 el partido autonomista lo elige vocal de su comité provincial en el cual se han congregado las figuras mas ilustres y destacadas de Santiago, organización política que ya actuaba, desde hacia siete años, precursora de los bravos adalides de la revolución armada, centro de inquietudes patrióticas donde se fraguo el alma de la guerra que debía estallar dos años mas tarde, bandera de combate desplegada como reto ala Metrópoli, que con el pretexto de lograr conquistas políticas para la colonia, no era, en el fondo, mas que un hervidero de apasionados empeños por la libertad de la patria Presidido por Don Rafael Tamayo Fleitas y Don Urbano Sánchez Hechavarría, figuraban patriotas tan íntegros y rebeldes como Eduardo Yero Buduen, Antonio Bravo Correoso, Don Eudaldo Tamayo Pavon ,Alfredo Betancourt, Eduardo Padró para citar algunos pocos de los numerosos compatriotas que el 2 de abril formaron la junta de gobierno que tendría que enfrentarse con próximos y dramáticos acontecimientos que comprometerían sus vidas. En efecto: el autonomismo, como institución política, consentida por el gobierno español como una válvula de escape al impulso impetuoso del hondo rencor al tirano fue el vehículo que canalizó los dispersos esfuerzos y el instrumento que gestó el rayo que iluminó la mañana de Baire y retumbó, como el eco de un trueno por el continente estremecido al grito de libertad.

A moción de Grillo y de Eduardo Yero, el partido adoptó un acuerdo que era un reto y que fue comunicado a los líderes de la provincia por medio de una famosa circular que expresaba: “perdimos todas las esperanzas de que la Metrópoli conceda la autonomía y los derechos ciudadanos, toca a cada cual resolver en el sagrado de su conciencia, la actitud en que ha de colocarse” frases estas que encolerizaron la gobernador militar, Enrique Capriles, que los tacho como incitadores a la rebelión.

Del seno de aquel comité autonomista –al parecer inocuo- salieron prosas de rayo, y capitanes gloriosos, confidentes abnegados y heroicos que exponían a diario su existencia, Senadores y Diputados que irían luego a honrar el congreso de la república, hombres de ciencia que enaltecerían el nombre de la patria. ¡Nadie desertó a la hora de las grandes decisiones históricas y cada uno ocupó su sitio de honor y de peligro!.

Así se explica que puesta en pie la guerra, a los tres meses del levantamiento el 31 de mayo, tenga el Dr. Grillo que huir (como tripulante enrolado) a bordo de una goleta cargada de cocos, que la misma noche zarpo hacia Kingston, Jamaica. Pocas horas antes recibió Grillo la visita urgente del celador de la política de apellido Lluhi quien le informó que se había decretado orden de prisión contra él; aconsejándole que rompiera los documentos que pudieran comprometerlo, que hiciera un paquete con la ropa indispensable y vestido de obrero acudiera al muelle pues ya el tenia preparada la fuga. La aurora del nuevo día sorprendió al fugitivo varias millas del morro, mientras los guardias civiles, al mando del jefe principal, Don Francisco Gutiérrez Rodas, de infausta recordación, detenían en sus domicilios a Don Emilio Bacardi, Salustiano Bertot, Jesús Atunes y otros patriotas que fueron puestos a disposición del capitán Sandalio Pérez Sanz, juez instructor de la comandancia militar que los condenó a ser deportados a Chafarinas.

¡Con cuanta gratitud pagó Grillo –restaurada la paz –aquel noble aviso del celador español, no sólo atendía a toda su familia como médico, sino que le regalaba las medicinas que necesitaban y los socorría en su pobreza!

Del peñón británico de las Antillas se trasladó nuestro biografiado hacia Europa, recorriendo varios países del viejo continente con excepción claro de España, regresando a los pocos meses a América para radicarse en la capital de Santo Domingo, trayendo un valioso instrumental profesional y la experiencia práctica de los últimos métodos de curar y la técnica quirúrgica más avanzada. Abrió y empezó a ganar fama y nombradía y dinero a manos llenas. Fue el hogar placentero, acogedor y tibio de todos los emigrados: tres o cuatro habitaciones estaban alhajadas para recibir a los exiliados que tuvieran necesidad, ofreciéndoles al par de comida y techo, calor de alma y aliento de esperanza. Una gran parte de sus ingresos los destinaba a engrosar los fondos de la junta revolucionaria y en una ocasión su aporte de tres mil dólares se destinó a alijar una expedición que llegó felizmente a las costas mambisas. Así se explica que Don Tomas Estrada Palma, al ser visitado en la modesta habitación que ocupaba en el hotel Muro, situado en la calle 14 en Nueva York por un sobrino de nuestro biógrafo, oyera de labios del insigne presidente, los mas cálidos elogios a la generosidad y patriotismo del Dr. Grillo. En la ciudad primada de América, fue médico del presidente Ulises Hereau (Lilí) circunstancia que le permitía realizar sus labores revolucionarias con mayor libertad que el resto de los emigrados cubanos, ya que Lilí no quería indisponerse con los funcionarios consulares españoles que ejercían allí un verdadero espionaje, y además porque el astuto presidente no creía que los cubanos lograran su independencia por la superioridad numérica y los recursos militares de España, cuyos reyes lo habían obsequiado con un soberbio tronco de yeguas andaluzas que tiraban de su coche .

Cierta mañana el presidente visitó un tanto reservadamente la casa del Dr. Grillo, tomando asiento en un cómodo balance de la sala, pero en lugar donde no era visto de la calle. Se trataron varios asuntos, recayendo al fin la conversación sobre la guerra que se sostenía en Cuba, y al decirle el Dr. Grillo que el gobierno dominicano podría ayudar en la justa causa de la libertad, así repuso:

– Yo simpatizo con ustedes; pero al ayudarlos he procedido con mucha cautela para no desagradar a su majestad la reina de España con la que tengo relaciones muy cordiales.

Pero los EEUU nos ayudan abiertamente -adujo Grillo.

– Ah mi “hijo” –replicó rápido el presidente –el caso es diferente. Supongamos que Cuba es una cucaracha, Santo Domingo otra y España la gallina. ¡Imagínese la suerte que correría una cucaracha si fuera a defender a otra. Los EEUU los han podido ayudar sin preocupaciones, porque en este caso resulta ser el gavilán que se coma a la gallina cuando ésta atacara a la cucaracha.

Tiempo después cucaracha, gavilán y gallina estaban liados a cañonazos y España era expulsada del último baluarte que conservaba en la América, al decidirse el triunfo de las armas cubano-americanas en los campos de San Juan y sellarse con la firma del protocolo de paz. Estamos en las postrimerías del año 1898 y apenas cesado el fuego, en pleno desenlace del drama épico, cuando las tropas adversarias exhaustas y hambrientas regresaban hacia la Metrópoli cuyo dominio habían tan bravamente defendido, ocupada la ciudad por los ejércitos victoriosos, asumido al mando por el general Wood, como el gobernador militar, éste instala paradójicamente en la alcaldía-la primera magistratura de la primera ciudad libertada-a un artista: el preclaro maestro y compositor musical Don Rafael Salcedo de las Cuevas y le asigna un emolumento de cien pesos al mes.

Los claros cielos y las azules aguas vieron llegar sendas naves cargadas de emigrados que volvían, de tierras lejanas, a la patria semi libre. Entre ellos estaba el Dr. Grillo. Ni tardío ni perezoso abrió su consulta médica y se lanzó a las faenas patrióticas y políticas. A los pocos meses, los hermanos que juntos se ofrecían a la muerte en los campos de la guerra estaban ya distanciados, peleando por ideas distintas y por móviles diferentes. Se habían aclimatado al combate y habituado a la lucha, cada uno en bando opuesto ¡como si no fuera el mismo, el propósito patriótico que lo impulsaba¡

Desde 1898 hasta 1902 el Dr. Grillo ocupa el cargo honorario, y desde luego gratuito, de médico municipal, y es tan activa su labor, que el pueblo acuña para su honra, el titulo halagador de el médico de los pobres. Cuatro años en que Santiago de Cuba vivió en una atmósfera cargada de violencias políticas. Era increíble que las pasiones pudieran desorbitarse al extremo de que amigos fraternales de muchos años se maltrataran y ofendieran por discrepancias en ideas políticas, y en que la prensa ofreciera el tono fuerte de una prosa agresiva que llegó –a veces-a no respetar siquiera la santidad de los hogares.

Y fue en aquella temperatura, en que el mercurio subía acusando altos grados de fiebre, que presentaron candidato al Dr. Grillo a un cargo de consejero provincial, triunfando en los comicios y ocupando el cargo, que era honorífico también, el 15 de febrero de 1902, en compañía de Antonio Illas Portuondo, Francisco Odio Mederos, Alberto González Veranees, Pedro Díaz López, José A. García Leyva, Antonio Bello Rondón, Luís Buenaventura Ruiz, Alberto Quintana Almiral, Buenaventura Cruz Flores, José Homobono Pérez, Augusto Betancourt Ochoa, Manuel Yero Sagol, Mariano Vilá y Francisco Pons Mendoza que también resultaron triunfantes.

El mandato cesó el primer lunes de abril de 1904; pero el partido moderado del cual era vicepresidente, lo presentó de nuevo candidato y en la consulta electoral de primero de diciembre de 1905, trece mil ochocientos setenta y seis electores le otorgaron sus votos como consejero provincial por la primera circunscripción. Esta vez lo acompañaron en la Cámara de la provincia los señores de Alberto González Veranes, Arístides García Gómez, Luís Rovira Ramírez, Eladio Osorio Barzaga ,Antonio Aguilera, Salvador Pérez Fuentes, Benjamín Ramírez Rondón y José Rodríguez Domínguez, todos electos por el término de cuatro años. El consejo eligió presidente al Dr. Grillo, Primer Vice al Dr. Rovira, Segundo García Gómez; Secretaria González Veranes y Vice Osorio.

Estaba Grillo en el apogeo de sus actividades, combinando sus labores profesionales y políticas. De su consultorio partía a las asambleas candentes y tumultuosas. Compró un coche en el cual consultaba a sus enfermos y electores. Ganaba dinero en grandes cantidades y aunque era dadivoso y esplendido, aun le quedaban suficientes ahorros para comprar propiedades inmuebles que ensanchaban su hacienda, hasta convertirlo en uno de sus primeros contribuyentes. Adquirió una finca y la hizo sembrar de frutos y hortalizas y allá solía fugarse, siempre que podía, para regresar con el vehículo repleto de productos opulentos de la tierra.

Fue en aquel tiempo cuando reanudó las labores contra la terrible peste blanca, con la colaboración de sus compañeros médicos, Lorenzo Comas Martínez, Guadalupe Castellanos, Evaristo del Campo, Manuel Salazar y Cesar Cruz Bustillo y los señores Faustino Manduley y Ricardo Navarro, logrando que el Consejo creara una beca que fue conferida al Dr. Comas para que se trasladara a Paris donde estudió los últimos adelantos de la Medicina en tuberculosis y también adquirió un equipo completo para la instalación del Laboratorio donde confirmar clínicamente los casos positivos.

Su huella por el Consejo de la Provincia fue brillante, destacándose su gesto generoso al donar parte de su finca “San Antonio Abajo” para emplazar la primera escuela de Arte y Oficios que también fue iniciativa suya y que durante muchos años cumplió cabalmente su cometido hasta que en el devenir de los años se dedicó a asilos de huérfanos con el nombre de Barceló y actualmente ocupa el hospital militar.

Por aquellos días se constituye un comité encargado de adquirir en compra la casa en que naciera el glorioso poeta José María Heredia, donde se estableció la Academia Municipal de Bellas Artes, en cuya pared frontal se conserva aún la lápida de mármol con esta leyenda:

Gloria al poeta y patriota excelso José María Heredia que vio la luz en esta casa el día 31 de diciembre de 1803. Honor a los señores Federico Pérez Carbó, Eduardo Yero Buduén, Magín Sagarra, Emilio Bacardí, Dr. Ambrosio Grillo, Ignacio Casas Saumell, Virginio Porro Céspedes, Rafael P. Salcedo, José Martínez Badell, Agustin Fernández de Granda, Joaquin Tamayo Izaguirre, Antonio Serrano, Enrique Valdes Ruiz, José Calazans, Alfredo Antonetti Moya, Ramón Bustillo, Santiago Oliveras y José Berenguer Toca, fundadores de la “Junta de Heredia”, a cuyos trabajos de debe la adquisición y salvación de este Monumento Nacional.

Político enraizado al cariño popular, su partido lo presenta- seguro de la atracción de su nombre- como candidato a la Alcaldía Municipal, enfrentándolo a cuatro adversarios que fueron el Licenciado José Camacho Padró, el doctor Eramo Regueiferos, el Sr. Isidoro Agostoni y el Sr. Gerardo Vega. Eran tiempos de fe en que los grandes núcleos electorales se movían a impulsos de la pasión, de la simpatía, del encono; pero generosamente, noblemente, sin propósitos utilitarios ni estímulos económicos en que los partidos políticos iban a buscar a sus hogares, a sus mejores hombres para convertirlos en candidatos, en que había que convencerlos, a fuerza de razonamientos patrióticos y de apelaciones al corazón de que tenían que cumplir su deber con la patria que los reclamaba y aun resistían a las ofertas tentadoras de ser Senadores, Representantes, Alcaldes y Concejales, porque creían, sincera e íntimamente que carecían de méritos o de capacidad para ser exaltados a esos cargos. Aquella lucha cívica se caracterizó por su acento de violencia. La prensa y la tribuna eran llama viva de enconos recíprocos, hasta que al fin, el primero de agosto de 1908, en comicios agitados se decidió el gobierno municipal en las condiciones más precarias ya que la mayoría de los Concejales, el Gobierno de la Provincia, la mayoría congresional y la Presidencia de la República estaban en manos de sus adversarios políticos, liberales que obtuvieron una victoria resonante enarbolando como estandarte de conmoción la figura criolla del General José Miguel Gómez, coparticipe, dos años antes, del derrocamiento del gobierno de Don Tomás Estrada Palma. Junto con el Dr. Grillo, fueron electos Concejales: los señores Buenaventura Amabile, Alfredo Antonetti Moya, Ignacio Basols, Andrés Bory y López de Queralta, Juan de Dios Bolívar Giro, Ubaldo Catasus Rueda Ramón Carullla Durive, Santiago Daudinot, José María García García, Alberto González Shelton, Francisco Grimany Durruthy, Tirso Infante, Francisco III Artigas, José Miguel Infante Fajardo, José Masforroll García, Vicente Macía Gil, Rafael Parlade Peña, José María Salazar de las Cuevas, José Vicente Taquechel y Alberto González Veranes, resultando electos para la Mesa de Gobierno: García García; Vice, Bolívar; Secretario, González Veranes y Vice, Catasús.

El Gobierno interventor americano, a cargo de Magoon, había redactado la novísima Ley Orgánica de los Municipios que puso en vigor al inaugurarse el período de los Gobiernos Locales, recién electos, lo cual vino a complicar, aún más, la situación, política del nuevo Alcalde, cuyas facultades, según el nuevo cuerpo de preceptos, era un mero ejecutor de los acuerdos que adoptara la corporación. (1) Según su espíritu se organizan los Municipios como una sociedad local para cuyo desarrollo se crea un cuerpo legislativo que es el Ayuntamiento y un Ejecutivo que es el Alcalde. Pero la realidad amarga fue que los Ayuntamientos se convirtieron en centro de pasiones políticas donde se producían debates interminables de puro sabor electoral. Y lo que debió ser una Ley rectora, canalizadora de las grandes energías ciudadanas para el progreso de sus respectivos Términos Municipales, abrió a los profesionales de la política las puertas de infecundas y áridas agitaciones.

En medio de esa condiciones adversas, Grillo mantuvo el crédito y prestigio de la Administración, inicia la pavimentación de las calles, cambia por el nombre de patriotas los de las principales calles, restaura plazas y plazoletas conservando en lo posible su tipicidad colonial, acomete la construcción del Parque de la Libertad, el Paseo de Martí en su tramo de Cristina a Estrada Palma, aprovecha el espacio disponible junto al templo de San Francisco y erige un busto a Capdevila, al heroico defensor de los estudiantes y construye el Parque Aguilera. En casi estas obras es que invierte su sueldo íntegro de Alcalde. Queremos recordar un detalle que habla, elocuentemente, de su espíritu emprendedor, cuando libra la lucha tenaz ¡! Perdida al fin!! Para ensanchar el Parque Céspedes. Pretendía Grillo dar mayor amplitud al parque hacia el lado oeste, nivelando la calle de San Pedro por el lado sur y nivelando también, la calle de Heredia, logrando al efecto, que el Arzobispo cubano, Monseñor Barnada, cediera gratuitamente tres metros de terreno. Grillo ofrecía aportar el dinero necesario para comprar la faja indispensable por la calle Lacret; pero el proyecto fue combatido ardientemente en el Ayuntamiento y la bella iniciativa fracasó.

Ello no fue obstáculo para nuevas empresas. Cuando el autor de estas líneas hacía periodismo activo, publicamos en la revista “Actualidades” que dirigíamos, una entrevista con el Dr. Grillo, quien a nuestra pregunta sobre cuál había sido el día más feliz de su período alcaldicio, respondió:
– El día del banquete que se ofreció en el hotel “Venus” al General José Miguel Gómez. Terminado el Parque Aguilera, en este acto inicié, con éxito feliz, la suscripción pública para adquirir la estatua del prócer ilustre que hoy decora ese paseo. El General Gómez apoyó fervientemente la idea y se suscribió con trescientos pesos. Otro de los proyectos que me enamoró fue el de comprar de mi peculio la faja de terreno del Club “San Carlos”, que obstruye la calle de Lacret, a fin de ponerlo en línea, y a reserva de que el Municipio me reintegrara su importe, pero el Ayuntamiento no aceptó mi proposición porque entendía que se trataba de un empréstito. Logré en cambio, que la iglesia de San Francisco cediera el terreno que desviaba la calle de Sagarra.

Y al interrogarlo sobre los días más desafortunados:

– Ah, el peor día! Fueron pocos, en verdad, pero sin duda fue aquel en que el Ayuntamiento rechazó mi proyecto de comprar la manzana donde estuvo hace años, el presidio, situado en la calle Rastro y Maceo. Yo quería hacer allí un gran parque que llevara el nombre del héroe santiaguero. Esos terrenos me los vendía el Sr. Arango en cinco mil pesos a pagar a plazos. Luego se vendieron en treinta mil duros.

Toda esa labor- nos dijo el doctor- la hice a pesar de los obstáculos que constantemente me oponía la mayoría liberal en el Ayuntamiento y de ser el Gobernador, liberal también, siendo yo del partido contrario.

Personas que tienen derecho a saberlo, nos han afirmado y nosotros aceptamos su testimonio honorable, que durante los cuatro años que ejerció Grillo el cargo de Alcalde, invirtió su sueldo en obras de beneficio público, especialmente en pavimentar las calles céntricas.

A fines de 1912 cesa en las funciones de Alcalde y se lleva de allí el tesoro inapreciable cuya riqueza sólo conocen los dilectos de espíritu, de haber cumplido todos sus deberes de funcionario honesto y de ciudadanos ejemplar, acompañándolo el cariño y la gratitud de su pueblo.

Pero ahora empieza para él un nuevo período de inquietudes, de nobles preocupaciones y de proyectos. Desde cualquier sitio se puede ser útil y Grillo no necesita ser Alcalde, ni Consejero, ni ocupar cargo oficial alguno para estimularse y decidirse a emprender nuevas empresas.

Su contacto diario con el pueblo pobre le descubrió una tremenda y horrible realidad: la propagación alarmante de la tuberculosis entre elementos desheredados; y con al energía impetuosa que fue característica de su temperamento, se lanza resueltamente a crear un centro de educación física, especie de preventorio que recogía además, teorías dominantes de la época que aconsejaba la gimnasia y el aire libre a los presuntos enfermos. Así surgió el que él tituló “Instituto de Puericultura” y que el pueblo llamaba “Los Bañitos” por la hermosa piscina con que contaba, que sirvió, además, para reactivar los trabajos de la antigua liga Antituberculosa y que es hoy el Dispensario “Hartmann”.

A propósito de esta obra el doctor Comas Martínez, nos cuenta:

Con $8,000 que donó el Gobierno del General Menocal y con donativos, veladas, colectas y otros arbitrios- jamás el juego, porque se entendía entonces que ni para fines de caridad era decoroso- se reunieron más de catorce mil pesos para esta obra, destruida desde pues como todas las suyas, pero al fin, legando al Dispensario modelo que allí ha erigido hoy el actual Consejo Nacional de Tuberculosis, la posesión de sus solares, el espacio que toda obra material requiere, y de esta vez para siempre. En sus proyectos, el Dispensario Antituberculosis sería adscrito al Hospital provincial, cuya dirección vino a sus manos al dejar de ser Alcalde de la ciudad. El Preventorio seria una continuación de las Colonias Infantiles de Vacaciones, iniciativas que no pudieron ser realizadas por causas accidentales, pero las líneas quedaron trazadas para conseguirlo.

Y de todos estos pasos preliminares, dados en firme a través del tiempo y como necesidad imperiosa, habían de surgir el Sanatorio y el Hospital como coronación de esta lucha que siempre definía al comienzo de sus conferencias y discursos como “la más piadosa obra cristiana de amor al prójimo, de devoción a la Ciencia y contribución al Progreso”. “En Cuba-predicaba constantemente- a pesar de su limitada población, su condición de país insular, la luminosidad de su cielo, su clima y tantos otros privilegios naturales quizás no logremos desarraigar de un todo la tuberculosis pero si se ponen a contribución los arbitrios de una voluntad decidida e inteligente, podremos llevarla al mismo ritmo de frecuencia y de prevención de otras grandes infecciones que antaño nos parecieron incontrolables y terroríficas pestilencias”, y así terminaba sus discursos y conferencias. Era, pues, una fe ciega la que mantenía su espíritu de lucha más firme ante las adversidades y la incomprensión que le salían al paso a sus empeños. Sus palabras aún pueden ser un dogma de fe en nuestros tiempos: “prevenir más que rescatarle víctimas a la enfermedad”, “la defensa del niño es lo primordial en esta lucha”, “mantener la campaña con tesón, devoción a la Ciencia y amor al prójimo”.

Tanto como le preocupaba el combatir la tuberculosis, le preocupaba tan bien, o quizás más, el combatir la ignorancia y alentar la cultura de su pueblo y el título de “educador” habría sido para él uno más que añadir a los muchos que ostentó. Conferencista en las Escuelas Normales de Verano para Maestros, creador de la Escuela Libre de Comadronas, dignificando esta profesión; proponente infatigable de una Escuela Náutica- idea que nunca pudo realizar- concibió también la creación o establecimiento de una Universidad Oriental, por virtud de una Ley del Congreso, aprobada por la Cámara de Representantes como moción del Dr. Guillén Morales- que fijaría los detalles de su organización y sus emolumentos, considerándola como una filial de la Universidad Nacional con sede en La Habana. El entusiasmo que despertó esta iniciativa fue tal, que el Dr. Diego Tamayo, a la sazón Decano de la Facultad de Medicina, reclamaba para si el discurso de apertura de la proyectada Universidad y los Municipios de la provincia de Oriente brindaban su concurso para el sostenimiento inicial del mismo centro docente. Pero el Senado de nuestra República pensó de otro modo: en sus archivos duerme el sueño del olvido eterno tan hermoso empeño cultural. Si algún día por un hado benéfico se volviera a valorizar aquel propósito del Dr. Grillo, de unificar nuestras numerosas Escuelas Orientales, hoy sin nexo alguno, este gesto suyo tendría que ser recordado con la misma devoción que lo hacemos ahora, en este acto solemne.

El 28 de mayo de 1918, asumió el doctor Grillo la dirección del Hospital Provincial “Saturnino Lora”, por Decreto Presidencial firmado por el General Menocal, y al mes, una cuadrilla de peones levantaba los pisos de madera y de ladrillos del vetusto edificio, para sustituirlos por mosaicos de cemento decorado, mientras un grupo de operarios cubría con granito la aridez del vasto patio en jardines y otra cuadrilla cubría con granito monolítico, el suelo de algunos pabellones. Reconstruyó el salón de operaciones y lo dotó de nuevo instrumental. Sustituyó las viejas letrinas con inodoros modernos. Compró un equipo de Rayos X, estableció una sala exclusivamente para atender a los Veteranos enfermos, a la cual le impuso el nombre de Antonio Maceo y realizó muchas obras más de confort y modernidad. Siete años ocupó el cargo, durante los cuales invirtió en obras de mejoramiento más de veinte mil pesos que sufragó de su peculio. El check mensual lo invertiría íntegramente en aquellos trabajos y muchas veces apeló a su probada cuenta de ahorros para enjugar déficits del presupuesto. El 20 de mayo de 1925, cuando se efectuaba la ceremonia conmovedora de inaugurar la Sala Maceo, llegó un telegrama del General Machado, como Presidente de la República, decretando su cesantía.

Pero retrocedamos al año 1919 en que sorprendemos a Grillo entregado a otra faena generosa: fundando con algunos distinguidos compañeros como Salazar Veranes, Ravelo, Parladé, González Mármol, Santa Cruz Pacheco, Cruz Bustillo, Caignet, Brooks y otros el “Colegio Médico”, cuya presidencia asume nuestro biografiado, efectuándose las reuniones de la Junta de Gobierno, en su propia residencia de Estrada Palma baja 32, la casa solariega donde discurrió tantos años, bajo las anchas arcadas, cabe la sombra amable de la arboleda que cuajaba el ancho patio. A esta institución dio él también todo el calor de sus entusiasmos, contribuyendo a crear un clima amable entre los compañeros, algunos de los cuales estaban entonces distanciados por pugnas explicables y rivalidades justificables, suavizadas y limitadas en almuerzos que se celebraron en un rectoran que por aquella época existía en el parque del Reparto Vista Alegre. Fue la piedra angular sobre la cual se alzó el decoro, el interés, el estímulo y la emulación de la clase médica en esta ciudad, que no se limitó a constituir una agrupación inocua que congregara a profesionales afines por un mero interés económico, ni por estímulos de aplausos, sino que tuvo un contenido más alto y más ancho, tal y como la preocupación por los adelantos científicos de la época, la defensa colectiva de intereses espirituales comunes y la superación profesional. Allí se libraron las primeras escaramuzas en al ingente jornada social que al devenir del tiempo, cristalizó en la Federación Nacional, bajo cuyos estandartes victoriosos, desfila hoy lo más brillante de la ciencia cubana.

Pero aún hizo el doctor Grillo algo más: fundó y sostuvo durante mucho tiempo, la primera revista que hubo en Santiago, dedicada exclusivamente a estudios médicos.

Fue por entonces que uno de sus panegiristas, decía de él: “Mis juicios sobre este eminente ciudadano serán pálidos al pretender acomodarlos a lo que él exige de sus amigos, esto es, “ni el encomio, ni el elogio por el éxito feliz del deber cumplido, que es alentar la vanidad y el orgullo” y lo exigía para sí y para sus propios amigos, a modo de consejo, “pues el aplauso, por merecido que sea, o pero, cuando no lo es, nos veda oír la voz de nuestra conciencia y crea falsos dioses”.

En 1925 cierra el ciclo de sus actividades públicas y se sumerge en el hogar. Consulta por las mañanas únicamente. Las visitas dominicales a la finca se hacen diarias. El coche lo ha sustituido por el moderno automóvil y se va a gozar de la Naturaleza, en pleno campo, hasta que cae la tarde, trayendo diariamente su cargamento de frutos ubérrimos, muchos de los cuales él mismo sembraba. A la caída de la tarde, solía pasear por la cera, luciendo el blanco penacho de sus canas abundantes y luego se dedicaba a sus lecturas predilectas: Historia, Filosofía, nuevas obras científicas o literarias….Cada día era más reducido el número de sus amigos hasta reunir sólo el grupo de sus predilectos. Su vida era serena: ni quejas, ni rebeldías, ni amargos sedimentos en el fondo de los viejos vinos con los que se embriagó de popularidad en otros tiempos. Su recia arquitectura física se fue resquebrajando y su asilamiento era mayor al paso de los días. Fue un lento crepúsculo el suyo. La muerte tuvo que ir derrotando en cada batalla, recios baluartes de su robusto organismo, debilitando sus fuerzas, minando el cuerpo atlético, desorganizando y venciendo sus defensas. Fue un duelo singular que duró muchos meses. Nuestra vecindad nos permitía observar las conquistas lentas de su mal; hasta el 31 de mayo de 1932, en que la noticia de su muerte corrió por toda la ciudad, congregando en la amplia casona colonia a todo Santiago, desde sus más altas figuras representativas hasta los más humildes sectores del pueblo. ¡Así fueron de imponentes sus funerales! Tras el féretro que se llevaba para siempre, para devolverlo a la tierra, sus despojos, marchó una caravana impresionante y en el trayecto, hasta el campo santo, en aceras y calles se alineaba el pueblo conmovido de pena, descubriéndose al paso del convoy funeral.

Pero del doctor Grillo sólo pereció la parte material y física. Ya vemos como su recuerdo, que es ahora pretexto, sirve para congregar de nuevo a las multitudes que amó y sirvió con magnanimidad excepcional, para rendirle nuevos tributos. En el frontis del edificio del hospital Antituberculoso que se alza majestuoso en la campiña cobrera, luce su nombre, como un signo de gratitud, única forma con que pueden compensarse sus desvelos.

Antes de que este establecimiento benéfico fuera inaugurado, lo visitamos y notamos, en el acto, que allí faltaba un testimonio plástico del benefactor, por lo que nos dimos a la tarea de iniciarlo. Hablamos con la brillante escultora Raquel Rosell y de sus manos hábiles surgió el busto del homenajeado que se colocará en el vestíbulo. El doctor Selva León, Presidente del Consejo Nacional de Tuberculosis nos ayudó mucho en este empeño, al igual que el Ministro de Salubridad doctor Partagás, por lo que para ambos queremos dejar constancia de nuestra gratitud.

HIMNO ATLÉTICO

Viva el baño, viva el agua y el jabón
Que nos lava, embellece y da vigor;
Viva el aire, ejercicio y alegría,
La carrera, respirando a pleno sol.
Culto al cuerpo a la risa y a la dicha
De la vida a la salud es lo mejor,
Es la vida movimiento sin fatiga,
Culto al cuerpo que natura consagró.
Viva Atenas, viva Roma y su valor
Que con ello un imperio conquistó;
Cante el alma jubilosa la armonía
Del trabajo del saber y del candor.
Muera el vicio, muera el tedio y la pereza,
Los narcos, el tabaco y el alcohol,
son los vicios la carcoma de la vida
rechacemos la violencia y el dolor.

Dr. Ambrosio Grillo Portuondo

Carlos Grillo

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